En septiembre de 1931 tropas del Ejército Imperial Japonés estacionadas en la concesión de Kwantung emprendieron la invasión de Manchuria, tras un confuso incidente. La resistencia de las unidades chinas allí estacionadas fue muy débil y en poco tiempo los japoneses se hicieron con el control de la zona, estableciendo un régimen títere. La ocupación de Manchuria constituyó el primer paso de una serie de acciones que con los años acabarían desembocando en la Segunda Guerra Mundial.
La invasión japonesa de Manchuria terminó convirtiéndose en el primer paso para la posterior invasión de toda China, en 1937, que terminaría desembocando en hechos luctuosos como la masacre de Nankín. Con el tiempo, lo ocurrido en la región manchú acabaría siendo un antecedente de la posterior Segunda Guerra Mundial.
La invasión de Manchuria también mostró hasta qué punto el ejército japonés actuaba al margen del gobierno nipón cuando surgían discrepancias sobre política exterior. La posibilidad de que el poder civil se impusiera al poder militar se vio finalmente truncada con el asesinato del primer ministro Inukai Tsuyoshi, en mayo de 1932. Desde ese momento los políticos nipones no volvieron a oponerse abiertamente a los militares.
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